Contra el Estado, el Capital y su sindicalismo neovertical
Los autocalificados como “sindicatos mayoritarios”, situación alcanzada no por méritos propios sino gracias al amparo y privilegios otorgados por el Estado, convocan para el próximo 29 de Septiembre una supuesta huelga general que, realmente, solo lo es en su denominación. Ellos, que hasta hace poco renegaban de ella, no viendo motivación para su realización y manteniendo un silencio cómplice consciente ante la insostenible situación socioeconómica y laboral, se han visto obligados a actuar o, mejor dicho, a aparentar actuar. Y se aprestan a hacerlo, una vez más, encaminando sus acciones, bajo el camuflaje de la defensa de los trabajadores, en la dirección opuesta a la de los intereses de estos. En la de la protección y apoyo a los del Sistema. Es lo que vienen haciendo en los últimos treinta años. Sin su colaboración, las anteriores “reformas” y “reconversiones” no hubiesen sido posibles. Para posibilitarlas siempre han utilizando idéntica táctica: aparentar oposición para facilitar su realización. Se ponen al frente de las protestas, no para impulsarlas, sino para controlarlas, frenarlas y, al final, diluirlas.La convocatoria del 29-S es un ejemplo más de mera apariencia justificativa calculada. No hay relación objetiva, más allá de la propia nomenclatura, entre esta huelga y lo que el sindicalismo de clase ha entendido históricamente por huelga general. Desde una perspectiva sindical obrera y de clase, las huelgas generales nunca se concibieron como simples paros simbólicos a plazo fijo ni actuaciones aisladas. Por el contrario, fueron consideradas como culminaciones de procesos generalizados de lucha y herramientas de enfrentamiento global definitivo contra el Estado y la Patronal. Como mecanismos de imposición de cambios sustanciales e instrumentos transformativos de la realidad. El 29-S, incluso como lo que es, como simple paro genérico de 24 horas, es engañoso en sus objetivos. No va dirigido realmente contra las “reformas”, no es un rotundo no sin ambages a todo atentado a derechos y condiciones laborales, solo a aspectos concretos y a formas de hacerlo. De ahí el: ¡Así no! Solo es problema de comos y contenidos. Pero toda “reforma”, y más en contextos capitalistas recesivos, solo es y solo puede ser sinónimo de pérdidas y retrocesos para las clases populares.
No obstante, esta actuación es coherente con sus trayectorias. Ya con la firma de los Pactos de la Moncloa, CC.OO y UGT se retratan como organizaciones fuertemente institucionalistas, que les convierte en pilares esenciales de sustentación del Sistema, desempeñando, en el mundo del trabajo, un papel semejante al cubierto por la izquierda del régimen, la “leal oposición” de PSOE y PCE-IU, en lo político. Los “mayoritarios” cumplen para este régimen continuista neofranquista idéntica función de estabilización social y control de los trabajadores al desempeñado por los sindicatos verticales durante la Dictadura. Diques de contención y vigilancia, desactivadores de cualquier actitud combativa y erradicadores de la conciencia de clase. De ahí que sean calificables de sindicatos neoverticalistas. Hace tiempo que dejaron de ser sindicatos de clase y se transformaron en instituciones del Estado. El problema de ambos no es, por tanto, de “cúpulas” o líneas de acción, y por tanto coyuntural y modificable, sino estructural y esencial, y por tanto irresoluble. Los sindicatos de clase, lo son por los principios defendidos, las metas trazadas y las estrategias mantenidas. Ser “de clase” no posee un carácter mecanicista y cuantitativo. No es una consecuencia, automática y aritmética, determinada por la autoadjetivación, la adscripción social de afiliados o su número. Ser “de clase” tiene un carácter circunstancial y cualitativo. Tampoco es una calificación inmutable. No partir de estas bases analíticas dialécticas, ha hecho que sectores de la izquierda socio-política andaluza hayan ignorado el intrínseco papel de “los mayoritarios” como engranajes del propio Sistema, con independencia, como en el caso de PSOE y PCE-IU, de la existencia en su seno de individuos y colectivos de honrados luchadores, siendo la causa de su contraproducente decisión de permanecer en ellos o de propugnar la unidad de acción con los mismos, considerándolos compañeros de viaje, en lugar de trincheras del orden constituido a rebasar y vencer.
Fue este error analítico, unido a un miope cortoplacismo táctico y una superficial visión cuantitativa de la realidad, el que produjo en estos sectores una estrategia basada en exigirles la convocatoria de huelga general a CC.OO. y UGT. Y, así mismo, lo que les hace ahora sumarse a la misma, ya sea con entusiasmo o “tapándose la nariz”. Pero, precisamente por ese protagonismo otorgado al sindicalismo del régimen, esta huelga está irremisiblemente perdida para la causa obrera. Cualquiera de sus resultados supondrá un triunfo para el Capital. Si es un éxito, apuntalará el maltrecho prestigio del sindicalismo neoverticalista, remozando y afianzando su dominio, el de sus postulados e influencias, entre los trabajadores. Si fracasa, reforzará el discurso más reaccionario y desclasado, el de las mentalidades aristocrático-obreras; individualista, desmotivador y desarmador de las clases populares. En cualquier caso, el perdedor será el Pueblo Trabajador Andaluz, ralentizando la activación de su concienciación. No se puede plantear una lucha contra los envites del Sistema de la mano y bajo la dirección de sus “agentes sociales”. No se puede ir contra el Capital sin ir contra sus fieles siervos.
Es evidente que ni el sindicalismo de clase andaluz ni la izquierda nacional andaluza poseen hoy la capacidad e influencia imprescindibles para convocar movimientos huelguísticos generales exitosos o cambiar la realidad andaluza actual, pero también lo es el que el sindicalismo del régimen, al igual que su izquierda oficial, precisamente por serlo, pudiéndolo, nunca los van a realizar. ¿Como solventar la contradicción entre un sindicalismo antisistema que queriendo no puede, y un sindicalismo prosistema que pudiendo no quiere? Desde Nación Andaluza creemos que trabajando por un giro de 180º que haga que los que quieren puedan y los que no quieren no puedan impedirlo. Y para alcanzar esta meta hay que dejar de supeditar estrategias y actuaciones a las de los reformistas, obviarlos y combatirlos en lugar de considerarles y tenderles la mano, así como dar los pasos necesarios para posibilitar que tanto el sindicalismo de clase andaluz como la izquierda nacional, subsanen y superen sus debilidades, con el objetivo de que lleguen a reemplazar a las organizaciones del régimen como referente para los trabajadores, sustituyéndolos como motores de la lucha popular. Pero para hacerlo realidad, en el campo sindical, resultará imprescindible cumplimentar dos tareas previas y primigenias: alcanzar la unidad de acción; que conlleva coordinación, reforzamiento mutuo y complementariedad, y el desmarque frente al neoverticalismo; teórico, metodológico, estratégico, y también formal. Crear un bloque alternativo del sindicalismo obrero, en contraposición al institucional de CC.OO. y UGT, y que se produzca una diáfana e indudable visualización por los trabajadores, tanto de esas diferencias como de la existencia de dicha alianza, mediante una inequívoca actitud de distanciamiento y confrontación con los “mayoritarios”. El grado de éxito y de futuro del sindicalismo de clase andaluz, vendrá marcado por la cota de interrelación lograda y el nivel de desenmascaramiento y enfrentamiento con los sindicatos neoverticales.
Desde esta perspectiva, el que el sindicalismo de clase andaluz, con algunas honrosas y destacables excepciones, decida apoyar y participar en la huelga general de los “mayoritarios” constituye un craso error de cálculo. Otra cosa sería que se optase por dar la espalda a la misma o por hacerla suya, volviéndola en contra de los propios convocantes. Dejando solo al neoverticalismo o usando su huelga contra ellos mismos y utilizándola como altavoz propio de lucha y medio de activación de la concienciación y combatividad de los trabajadores. Pero para la efectividad de ambas estrategias, tendrían estas que ir acompañadas de esa inequívoca visualización de diferenciación, distanciamiento y combatividad con respecto a los “mayoritarios”. Optar por negarse a participar o por realizar su propia huelga, pero sin apoyarles ni secundarles. En cualquier caso, sin aliarse o convocar con ellos, realizando actuaciones propias e independientes. Andalucía necesita una huelga general real, como parte de un moviendo integral de autodefensa y transformativo, no este paro previamente pactado entre elementos del Sistema, limitado a mero marketing y artificio huero. Y si lo que se pretende es echar atrás esta reforma laboral, para Nación Andaluza solo se podría lograr preparando un movimiento diversificado y escalonado que desembocase en una huelga general indefinida, hasta obtener la retirada de la agenda política estatal la pretensión de la patronal de reformar la ya de por si escasa y debilitada legislación laboral. Un proceso popular generalizado; global, continuo y sin fin, hasta alcanzarlo.
Aún estamos a tiempo, hacemos un llamamiento a la común reflexión, la autocrítica y a la rectificación, además de reiterar la urgente necesidad de dar los primeros pasos de conformación de un bloque unitario y exclusivo del sindicalismo de clase andaluz. Es la hora de la responsabilidad, de adquirir una plena conciencia de la gravedad del cercenamiento de derechos sociales, laborales y políticos, de condiciones de trabajo, salariales y ciudadanas, ideadas contra nuestro pueblo. Al igual que del momento histórico y la oportunidad de cambio que representan. De escoger entre enrocarse en la autocomplacencia o avanzar, de conformarnos con ser meras e inocuas minorías testimoniales o construir frentes eficaces capaces de encarar al Estado Español, al Capital y a sus lacayos. Y la primera línea a superar, los primeros cipayos del régimen a vencer, son CC.OO y UGT en lo sindical, como el PSOE y el PCE-IU en lo político.
Ante todo lo expuesto, nos encontramos ante una situación y un dilema idénticos a los del paro en la función pública del pasado 8 de Junio y, ante lo cual, solo cabe la misma respuesta. Esta huelga trampa, como lo era aquel paro amañado, tampoco puede ser asumida ni potenciada desde posiciones soberanistas y revolucionarias andaluzas coherentes, ya que no nace desde posiciones obreras y nacionales sino antipopulares. Además, ante la inexistencia de un bloque sindical de clase unitario y diferenciado, tampoco puede ser contrarestada o transmutada a favor de los intereses de las clases populares andaluzas. Pero, por otro lado, el confusionismo transmitido, haciendo depender el movimiento huelguístico de la previa convocatoria del neoverticalismo y no diferenciando de ellos la actividad, conlleva una patente imposibilidad de practicar y hacer comprender una postura negativa y de absoluta inhibición ante aquellos otros compañeros que paren, dada la aparente contradicción de no acudir a la convocatoria de una huelga general pedida hasta la saciedad, aunque no haya relación entre este sucedáneo intrascendente y una huelga general real. Consecuentemente, nuevamente no queda otra posibilidad objetiva que la de parar pero no mostrar apoyo ni secundar las convocatorias y movilizaciones, pactadas con el amo, del sindicalismo del régimen.
Nación Andaluza hace un llamamiento a los militantes y simpatizantes de la izquierda independentista andaluza, a los andaluces conscientes, con conciencia nacional y de clase, a parar, en solidaridad con los compañeros, pero a no apoyar la convocatoria ni a participar en actuaciones, concentraciones y manifestaciones que encabecen, o de las que formen parte CC.OO., UGT o los sindicatos corporativistas, incluso si se hace de forma unida pero separada, como “cola critica”. No hay mayor demostración crítica que darles la espalda, no haciéndoles el juego. Animamos, por el contrario, a hacer huelga activa en aquellos centros de trabajo y lugares en los que convoque el SAT, en solitario o solo junto con otros sindicatos de clase, así como a participar en sus actos, pero siempre que no entre en contradicción con las premisas anteriormente expuestas. Solo cumplimentando estos condicionantes podrá afirmarse que ha habido huelga real, que ha sido nuestra huelga y que ha constituido un éxito, porque habrá supuesto un avance en las posiciones del SAT y del sindicalismo de clase, con vistas a crear las condiciones de un movimiento popular sostenido de resistencia contra las reformas, de una huelga general andaluza real y transformadora. Andalucía necesita una huelga general, pero no una huelga cualquiera ni a cualquier precio. Y menos si el precio es el del fracaso del sindicalismo obrero y la frustración del Pueblo Trabajador Andaluz.
¡Por una Huelga General andaluza real y transformadora!
¡Por un bloque unitario del sindicalismo de clase andaluz!
¡Contra el Estado, el Capital y su sindicalismo neovertical!
¡Por nuestra tierra y el Pueblo Trabajador Andaluz!
Nación Andaluza – Comisión Permanente
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